miércoles, 28 de septiembre de 2011

Tiempo de hacer

Si alguien cree que éste es tiempo de hacer, tiene razón. Estamos empachados de tanto palabrerío. Es tiempo de hacer lo que se debe, no lo que se puede o se quiere. Uno es por lo que hace, no por lo que dice. A propósito, decir lo que se piensa y hacer lo que se dice no es un valor que brille con luz propia en la marquesina política de nuestro país a esta altura del Siglo XXI.



* Secretario de Relaciones Institucionales de la CTA

Avanzar en la construcción de una CTA de millones y activa, en el impulso a una Asamblea Nacional de la Constituyente Social para el 2012, en iniciativas de comunicación y formación, de articulación latinoamericana y de reconstrucción del Movimiento Nacional de Liberación, son todas tareas complejas pero que se simplifican si son abordadas en equipo, democratizando el debate y la organización.

Se trata de conocer qué estamos dispuestos a hacer para avanzar con nuestra estrategia integral de poder popular que nos permita seguir construyendo nuestro Gobierno todos los días. En ese contexto adquiere sentido la discusión colectiva para encontrar la mejor respuesta y saber si es cierto que aquí es dónde y ahora es cuando.

No se pueden explicar las tareas propias del qué hacer en esta etapa al margen de la construcción y explicitación de nuestra estrategia. Una labor que venimos realizando desde hace años con mucho esfuerzo, pero con una clara perspectiva de crecimiento sostenido y renovada esperanza de estar interpretando y ejecutando cabalmente los anhelos de los trabajadores y el pueblo.

El triunfo en las elecciones de la CTA es el mojón fundamental para anotar a la hora de dar cuenta de nuestra decisión de confrontar con el posibilismo y la eficacia de una propuesta política puesta en acción.

No se puede pensar en el desarrollo de la Constituyente Social, en la realización de las asambleas distritales, en poder plasmar en la práctica un proceso de formación, comunicación e investigación y profundizar nuestra inserción en la nueva realidad latinoamericana, si no ganábamos –como lo hicimos- las elecciones en nuestra Central.

Contra viento y marea, pese a los cantos de sirena que bajaban desde el poder, cada vez que votamos, ganamos. Así lo hicimos el 23 de septiembre y el 9 de diciembre de 2010. Asumimos en la calle, frente al Ministerio de Trabajo el 14 de diciembre, marchamos a ese mismo lugar –donde reside el brazo ejecutor de la política gubernamental que cercena la libertad y democracia sindical- el 3 de marzo de este año, nos animamos a convocar al Congreso Nacional Federal en Mar del Plata con 10 mil delegados y lanzamos el paro y movilización nacional del 8 de junio por nuestros chicos y nuestros viejos. Dijimos e hicimos. Nada de doble discurso ni de jueguito para la tribuna. Esa es nuestra impronta. Lo que nos identifica. Si decimos que estamos en una etapa de avance, de ofensiva popular, pues actuamos en consecuencia.

Para separar la paja del trigo lo primero que tenemos que tener en claro es saber cuál es la fuerza propia, distinguirla de la aliada y, con mucha más razón, de la del enemigo. No hay estrategia posible, ni tácticas coyunturales que alimenten esa estrategia, si no se diferencian las fuerzas que componen el campo popular –fuerza propia y aliada- del enemigo.

Un enemigo que sistemáticamente opera en todas las direcciones para evitar que tome altura el proyecto emancipador que apunta a construir la Nueva Argentina. Por eso es tan importante que todo lo que haya que discutir se discuta a partir de una práctica transformadora, que cuestione de raíz el discurso montado en el no se puede, la inacción, la parálisis social. Por lo tanto, conjugar teoría y práctica en la realidad cotidiana implica no perder de vista nuestra planificación común para gobernarnos.

Lo que distingue a una sociedad justa de otra desigual es la universalidad de las políticas. Mientras se prosiga con la aplicación de políticas focalizadas se reproducen la pobreza, la marginación social y el clientelismo político. Somos promotores de políticas universales, para todos. Para terminar con el hambre, la explotación, la dependencia. Para tener un destino diferente a casi 30 años de implantada una democracia de baja intensidad, planificada para que la mayoría de la población sobreviva a duras penas, mientras se acrecientan la concentración y extranjerización de la riqueza y el saqueo de nuestros bienes naturales.

En la presente coyuntura, cuando las clases dominantes reclaman cada vez menos sutilmente un ajuste en la economía, les avisamos que los trabajadores no vamos a pagar la crisis de una fiesta donde hemos sido convidados de piedra. No estamos dispuestos a pagar los platos rotos en el festín de los poderosos. Para que ello sea posible, y los que nos gobiernan desistan de avanzar por ese camino, hay que conjugar el verbo hacer.

Nadie nos regalará lo que no sepamos conseguir por nosotros mismos. Esta experiencia -que decanta en un proceso donde surge con mayor nitidez el sujeto organizado y consciente que se va autoconvocando en un Movimiento Político, Social y Cultural de Liberación- requiere dar cuenta de la importancia estratégica del territorio a la hora de contabilizar el protagonismo popular en los conflictos sociales, de confrontación con el poder.

Organizar esa rebeldía colectiva, canalizarla y darle un sentido superador es el mayor desafío del momento.

Manos a la obra.

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