domingo, 28 de agosto de 2011

La crisis de la basura


Fue a principios de los noventa que en Río Cuarto se privatizó el servicio de recolección de residuos domiciliarios. Para esa época, todavía caían los pedazos del Muro de Berlín y el capitalismo se lanzaba salvaje sobre lo que quedaba de mundo socialista.*
*Por Jorge Torres, coordinador regional de la Constituyente Social.

La sensación era que con la privatización del servicio, a la empresa Aseo, se daría un salto de calidad de vida tal que, luego, como consecuencia del aire más puro que respiraríamos, como efecto de la eficiencia privada, todos los demás órdenes de la vida de los individuos se volverían, como por arte de magia, más éticos.

Recuerdo que, para aquella época, me invitaron a ser jurado de un concurso de narraciones breves sobre la ciudad de Río Cuarto, del cual participaban alumnos de escuelas primarias. El concurso lo organizaba una señal de cable privada que se instalaba recientemente en el medio, comenzaba en nuestra ciudad la Televisión por Cable, los chicos que escribieron fueron en una gran mayoría de colegios privados y algunos públicos del centro. Lo que me llamó poderosamente la atención, y me pareció una verdadera barbaridad, fue que en casi todos los textos encontramos menciones a la limpieza y a la empresa Aseo. Como soy precavido, o mal pensado, averigüé si esa empresa tenía algo que ver con el concurso, pero no, la reacción de los chicos fue espontánea.

El episodio encendió una doble luz de alerta , por un lado, si no estaba negándome por necio a ver la realidad y el futuro ya me había dejado atrás a los treinta años, por otro lado, como yo escribo, pensé que el tema de la basura era una gran metáfora que no había que desperdiciar, de manera que algo dentro mío registró el episodio y desde entonces, cada vez que tuve oportunidad, fui dando una vuelta por el tema.

Pude enterarme que la basura es también una riqueza, un tesoro. Digamos que la basura es como las crisis, un peligro y una oportunidad. Para empezar a entender esto es necesario observar que la naturaleza no produce residuos, en la naturaleza toda materia se recicla; o dicho de otro modo, la naturaleza produce la inmensa biodiversidad del planeta reutilizando en el proceso los restos, sin desperdicios.

Supe también que en una ciudad como la nuestra se desechan, aproximadamente, algo más de un kilogramo de basura por habitante por día, cuya suma arroja la cantidad de 200.000 kilogramos diarios. Se estima que una tercera parte, más de sesenta toneladas por día, es materia orgánica en descomposición que podría ser aprovechada para producir abono natural y así devolverle algo de fertilidad al suelo, por todo lo que le sacamos. Otra tercio es papel y cartón, los cuales, de ser reciclados podrían satisfacer la mitad de la demanda de esas materias primas de nuestra ciudad, y así contribuir a equilibrar la ecuación de producción y consumo de la celulosa vegetal. Y por último, en la tercera parte restante quedan otros tesoros enterrados, como plásticos, metales y vidrio.

Pero, la basura también es un peligro, cuando se la esconde debajo de la alfombra, tarde o temprano, vamos a tropezar con ella. Los enterramientos de residuos urbanos compactados sin selección contaminan el suelo y las aguas subterráneas. Este procedimiento es, además, muy costoso, en la medida que sólo produce erogaciones del presupuesto público, sin recuperar nada, gastamos mucho hoy para contaminar mañana. Enterrar la basura es una especie de patología social que esconde, de ese modo, la incapacidad actual de regenerar la conciencia social.

El tratamiento municipal de la basura tuvo a finales de los noventa y principio del decenio el episodio mixto. Un capítulo que se abrió cuando los pesos dejaron de ser dólares y las tarifas de las privadas se acomodaron a la realidad devaluada, entonces, el municipio promovió un aporte público a la administración privada de la recolección y enterramiento de los residuos urbanos. Una movida en el tablero que se replegaba en la menor voracidad de los capitales locales (¿ingenuidad o corrupción !), a fin de no renegar del credo de la eficacia exclusivamente privada.

Para una época más reciente, algunas compañeras de la vida que estaban, y están, muy preocupadas y ocupadas en la problemática de los padecimientos de nuestra niñez pobre, me invitaron a colaborar con un trabajo que se propuso determinar el gasto público en niñez y adolescencia en la ciudad, con ese fin analizamos, entre otras cuestiones, los presupuestos municipales y sus ejecuciones. Fue entonces, que aquella luz encendida sobre el tema basura iluminó algunos otros datos. Supe que en el año 2005 gastamos $8.248.726 en la recolección y cubrimiento de la basura, y que para el año 2008 esa suma llegó a los $17.615.583.23, lo cual representaba un aumento de más del 113% en tres años. Entonces, me pareció, también una barbaridad, no sabía lo que nos esperaba aún, en la actualidad los montos que pagamos por recoger los residuos siguen subiendo por encima del crecimiento bruto, y además, la empresa acumula pérdida (¡inutilidad o corrupción ?).

Entre tanto veía en el diario la famosa foto de la basura frente al Palacio Municipal, y también tuve yo la oportunidad de observar a los empleados de Gamsur, con sus impecables uniformes amarillos, alineados al lado de sus patrones en la sala del Honorable Concejo Deliberante, haciendo presión con su presencia para que se aprobaran los aumentos de tarifas. No se porqué, pero sentí algo similar a lo del concurso de quince años antes, imaginé que alguno de aquellos chicos estaba ahora sentado ahí, y otra vez la alarma dentro mío.

Pero el año 2009 la crisis de la basura tuvo un giro típico de un barco fantasma en medio de una tormenta. Empujado por los vientos del neopopulismo, la municipalidad compró a los privados el servicio público de recolección de basura, porque la empresa daba déficit, entonces, no le quedaba otra opción, ya que, como reza el credo liberal, si da ganancias es de los privados y si da pérdida del Estado.

Luego, en el episodio 2010, la Municipalidad intentó desprenderse de Gamsur de una manera creativa, se la ofreció servida a una Empresa norteamericana - ¿se acuerdan de Inviron? - mientras iniciaba una campaña pública a favor de ese negocio, que consistía en regalarle a esa Empresa toda la riqueza que hay en la basura, para que produjera energía eléctrica mediante el aprovechamiento de el gas butano, producto, a su vez, de la materia orgánica en descomposición, gas con el cual se calientan calderas, cuyo vapor mueve una turbina generadora de corriente, luego, le compraremos la corriente, luego, le compraremos el compost resultante de la descomposición para usar como abono, luego llegará el turno del papel reciclado y el vidrio molido y los metales, etcétera. La sociedad en su conjunto reaccionó, solicitando una discusión de fondo sobre el tema, y la iniciativa del gobierno municipal se truncó.

El episodio 2011, el actual, es de shock. A diez meses de las próximas elecciones, el Ejecutivo adelanta la defensa para pasar al ataque, necesita, imperiosamente, tirar el problema de la basura para más adelante. También necesita un respiro económico. Entonces, de un día para otro, muy enojado porque una tarde los trabajadores no recogieron la basura, acicateados por el típico ardid de te doy pero no te doy, nuestro Señor Intendente toma la decisión soberana de transferir el contrato de recolección de la basura a una privada. Le retira la concesión a Gamsur, donde tiene la mayoría de las acciones, se retira la concesión a sí mismo. Sin discusiones públicas y claras, argumentando prepotencia de los trabajadores.

Hay un lema que tiene que ver con la basura y dice mejor que separar en no mezclar, está relacionado con la necesidad de seleccionar los residuos desde la casa de cada uno, ya que lo que se mezcla indebidamente, luego, es más dificultoso separarlo, y los resultados que se obtienen de la separación son impuros. Bueno, se entiende, separar los tantos es esencial en el tema de la basura. Nuestra basura y nuestra administración están mezcladas, se maceran y descomponen intereses privados actuando sobre la cosa pública.

Si seguimos considerando esta cuestión como un mero servicio, al cual hay que pagar cada vez más caro, si eso es el crecimiento, la calidad de vida se resiente a cada bolsita de basura que saquemos a la vereda, esto está inscripto en la lógica de la competencia de todos contra todos. Porque en este caso, como en otros, el motor de desarrollo son los negocios, lo que mueve las piezas del tablero no es la necesidad de la gente de un ambiente sano y sustentable, sino, la ganancia económica de la empresa.

Si, en cambio, lo vemos colectivamente, socialmente al tema, ahora podemos imaginar que la separación desde el hogar de los residuos en bolsas diferenciadas, y la posterior reutilización de la basura, por cooperativas de producción de compost y papel reciclado, nos situaría frente a una distinta metáfora ciudadana en el horizonte, una empresa social, donde la rentabilidad sea la mejora de calidad de vida resuelta en la sustentabilidad del hábitat y el trabajo mancomunado, y todo esto sin costo presupuestario, sin carga monetaria pública, porque lo que se construye solidariamente, entre todos, con un pequeño esfuerzo de cada uno y para el bien de todas y todos, en un futuro posible y diferente, como soñar, no cuesta nada. Y, al revés, cuando tiramos la basura al futuro, en realidad, estamos tirando el futuro a la basura.


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