lunes, 2 de abril de 2012

El cachetazo inglés y el fantasma de Belgrano

Cuentan los periodistas ingleses que cuando el general Jeremy Moore, al frente de sus tropas, se topó con el jefe argentino, Mario Menéndez, no pudo contener su indignación y le dio una bofetada. Incluso esto se desliza en las propias memorias del inglés.


* Periodista. Agencia de Noticias Pelota de Trapo (APE)

No era para menos.

Moore estaba impresionado por el heroísmo de los muchachos menores de veinte años que hambreados y con fusiles de la década del cincuenta habían resistido mucho más allá de la lógica los embates de la tercera potencia de Occidente apoyada por la primera, Estados Unidos.

Cuando llegó hasta Menéndez lo vio de punta en blanco, campera térmica, rasurado con precisión y sus borceguíes tan lustrados como si fueran un espejo. Muy lejos de la realidad de los soldados argentinos. Allí estalló la indignación y vino el cachetazo.

En las batallas de Vilcapugio y Ayohuma, en cambio, el último en retirarse del campo de batalla fue Manuel Belgrano. Se había quedado con la bandera y la defendió como pudo hasta que los suyos terminaron por abandonar esos lugares del Alto Perú. Una de las banderas que hoy tiene el gobierno de Evo Morales parece ser aquella sostenida por Belgrano.

Todavía se ven, dicen los estudiosos, las manchas de sangre de aquel abogado, político y economista que se había suicidado materialmente para enamorar a los demás de sus ideas de revolución, independencia e igualdad.

Al hombre que lo habían acusado de no saber nada del arte de la guerra, sus soldados y los del enemigo lo admiraban por su coraje y su astucia en el campo de batalla.

Belgrano decía que la principal idea donde descansa el principio de la disciplina es tomar conciencia que se defiende al pueblo y que jamás debe ofenderse a la gente.

Menéndez, en cambio, era el representante de un ejército que durante más de un siglo se había ocupado de reprimir a las mayorías y había olvidado la premisa fundamental de defenderlas de los ataques exteriores.

La diferencia entre Belgrano y Menéndez también explica el resultado en Malvinas, treinta años después.

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