lunes, 29 de septiembre de 2008

La Constituyente Social



Estamos a diecisiete años del inicio de un proceso de construcción política, de aquella decisión tomada en Burzaco (1991) en el camping del Sindicato de Obreros Navales: “Construir la unidad política de la clase trabajadora y la unidad popular en la Argentina”.


A partir de ahí, un puñado de militantes con muchísimos menos organizaciones sindicales, nos constituimos en Congreso de Trabajadores.
Nos llevó cinco años de debates, acciones y organización de los sujetos de la clase, fragmentados en diversas identidades laborales (empleados estatales, empleados privados, industriales, de servicios, autónomos, jubilados, desempleados, campesinos, indígenas,…) para resolver darnos una identidad orgánica a construir.
Este Congreso de Trabajadores permanente fue una suerte de Constituyente de la identidad de la Clase Trabajadora de una Argentina sumergida en el neoliberalismo.
Y nos llevó diez años, desde aquella decisión en Burzaco, lograr una acción de unidad política nacional, es decir expresar la unidad de los sujetos sociales movilizados por un objetivo común, de clase trabajadora y movimientos populares.
El 17 de diciembre de 2001 finalizaba la Consulta Popular por un ingreso universal, para que cada hogar en la Argentina tenga un Ingreso suficiente para vivir, de esta manera la consigna lanzada era por “Ningún hogar pobre en la Argentina”. Durante los cuatro días de Consulta participaron más de cincuenta mil militantes populares y votaron más de tres millones de personas que ejercieron su ciudadanía libremente a lo largo y ancho de todo el país.
Ese día en la sede nacional del Frenapo (Frente Nacional de lucha contra la pobreza), se asumía tres compromisos como mandato de la consulta:
1 -Luchar contra las políticas de Ajuste permanentes que sufríamos y que el gobierno profundizaba en aquellos días.
2 -Convocar a un Nuevo Acuerdo Federal, un nuevo contrato social sobre la base de la propuesta del “shock distributivo”. Esto implicaba, por un lado, la federalización social (igualdad social en todo el territorio nacional) y por otro, la federalización estatal (involucra a todos los estados: Nacional, Provinciales y municipales). Pero, además, la base del contrato social a “convenir” era garantizar un ingreso mínimo vital a los hogares argentinos que posibiliten la construcción de una nueva sociedad, redefiniendo la organización del trabajo (sobre la base de la no-explotación) y de un modelo productivo para el desarrollo de los pueblos (para reproducir la vida, contraria a la acumulación y concentración de capitales, más aún de las transnacionales). Es importante recordar que para ello se proponía la creación de un Instituto de Formación (para la generación de nuevas formas de organización del trabajo) y que estos debían estar puestos en la recuperación de las economías regionales (nuevo modelo productivo).
3 -Convocar a assambleas del Frenapo en todo el país, en cada lugar donde se realizó la consulta, a los miles de militantes y millones de votantes, para “constituir” la fuerza popular capaz de cumplir con los objetivos de transformación fijados.
Este último punto es la reafirmación de una definición política de la construcción colectiva popular: La posibilidad de lograr los objetivos de una transformación política, económica y social a favor del pueblo, es cambiando la correlación de fuerza política social a favor del campo popular.
Esta definición surge de la experiencia política de los movimientos populares, generada, además, desde el debate político de los sujetos sociales en la propia construcción de los movimientos. Es importante recordar que este debate del pensamiento popular, también lo hicimos con el objetivo de buscar la unidad nacional, durante cuatro años. En ese mismo mes de diciembre del 2001, el día primero, concluía el cuarto Encuentro del Nuevo Pensamiento con esta reafirmación, “estamos ante la existencia de una crisis de representación política popular por la ausencia de unidad política del campo popular”.
Por esto, sostuvimos y reafirmamos, que la crisis de representación política se resuelve construyendo identidad y fuerza colectiva, construyendo poder popular. Y el único mecanismo de construcción de esa fuerza es la democrática participativa, Asamblearia. Son en las asambleas donde construimos la unidad política con el consenso de los sujetos sociales. Construir identidad colectiva es construir identidad cultural comunitaria.
El logro de la movilización popular fue posible por haber definido un objetivo de unidad política, en el Congreso nacional de la CTA de Mar del Plata (1999), unificábamos la acción de la clase trabajadora estableciendo la disputa por la Distribución, por la Universalidad del Ingreso. Significaba disputar el ingreso para la clase trabajadora más allá del asalariado. Nos permite poner en discusión la concepción universal del Trabajo más allá del trabajador obrero-empleado, fundamental para construirnos en igualdad de clase.
Esta unidad política de la clase nos permitió la unidad popular puesto, que no se planteaba solo una cuestión de distribución de ingreso sino que expresaba un objetivo profundamente social: terminar con la pobreza del pueblo.
La unidad de objetivos movilizó al conjunto social y se tradujo en la voluntad expresa de los sujetos sociales, diversos del campo popular, de construir la fuerza para lograrlos.
El objetivo establecido en la propuesta del “Acuerdo Federal”, era la de convenir política y socialmente un piso de igualdad social, que garantice la igualdad en el ejercicio del Derecho fundamental Humano: el Derecho a la Vida. Esta propuesta daba mayor sentido e impulso a la construcción asamblearia del colectivo social movilizado, para poder realizar ese “Acuerdo colectivo social y federal”.
Estaba claro que para concretar este “Convenio Colectivo Social” debíamos construir poder popular, para ser capaces de abrir o arrancar el espacio de “negociación colectiva”: Estado-Sociedad. Abrir un espacio paritario, una Paritaria Política Social, exige el consenso social y su representación genuina, ya que la fuerza de negociación política de un representante es la fuerza de los representados.
De aquí que el proceso de representación popular propuesto es a partir de su construcción colectiva. Entonces, la representación de los sujetos sociales será expresión de la construcción de su unidad política. Este proceso constitutivo era el planteado en la convocatoria asamblearia, no se trata de disputar la representación del Estado sino de la Sociedad.
Aquel 17 de diciembre del 2001, lanzábamos la convocatoria para construir fuerza e identidad popular, a través de Asambleas de los militantes y votantes de la consulta popular en todo el país, para avanzar hacia el Acuerdo Federal que nos ponga en la lucha por la Distribución de la riqueza.
¿Por qué no pudimos?
A los dos días, 19 y 20 de diciembre del 2001 convulsionó el país, la resistencia social desbordó y puso en crisis la gobernabilidad del sistema. Algunos sostuvieron que sólo se trataba de la crisis de un gobierno y no pocos de la clase política partidaria aportaron para ello.
La caracterización de la crisis del sistema, implicaba, una oportunidad de salida del sistema, construyendo otro sistema, otras institucionalidades. Este era nuestro planteo, era nuestra oportunidad, pero nos agarró a solo dos días de la decisión de construir la fuerza que nos permita institucionalizar la identidad popular del nuevo sistema, de una nueva sociedad a realizar.
Este planteo se reforzaba ante el análisis de que esto no sólo nos pasaba a los argentinos, era una realidad latinoamericana, en los últimos años producto de revueltas populares ya habían caído varios presidentes en Sudamérica y los reemplazos no modificaban el sistema.
La otra caracterización sólo planteaba que se trataba de la crisis de un gobierno (inútil, inoperante, incapaz) y proponía como salida de la crisis, lógicamente la salida del gobierno, y entonces, la oportunidad política es sólo reemplazar el gobierno por otro que haga mejor las cosas.
Mucho se debatió y se seguirá debatiendo sobre aquellos días y sobre las oportunidades, pero lo concreto es que no pudimos hacer la construcción colectiva que nos habíamos propuesto. El país aparecía como en “estado asambleario”, pero nosotros no pudimos hacer nuestras asambleas resueltas días antes.
La movilización de resistencia popular continuaba, aunque dispersa en la calle, hasta que nuevamente el asesinato político, la muerte vía represión provocó la unidad movilizadora popular y puso en cuestión la gobernabilidad que intentaba recomponerse con toda su expresión autoritaria. Golpeado por la inestabilidad, el presidente provisorio Duhalde (responsable político de la acción represiva) puso la discusión de la crisis en la salida electoral, nuevamente en la disputa de la representación política, convocando a elecciones anticipadas.
Activaba así el mecanismo institucional de la democracia del sistema poniendo la disputa por el reemplazo del gobierno como salida de la crisis, y no el cambio de sistema. Lo que provocó hacia el interior de los movimientos que la discusión se centre, otra vez, sobre la disputa electoral de la representación.
Nosotros, ¿qué hicimos?
La imposibilidad de poder sostener la unidad de los sujetos sociales en los momentos más difíciles de la crisis de gobernabilidad obligó a revisarnos hacia nuestro interior como Central de Trabajadores ya que el Frenapo se había diluido en la dispersión. Se resolvió volver a la fuente, convocar a todos los sujetos sociales de la clase trabajadora, organizados en la CTA, para debatir la caracterización de la crisis, el proceso de construcción popular y a nosotros mismos dentro de ella.
Debíamos volver a ser Congreso de trabajadores, realizar este debate en todas las provincias para concluir en un Congreso nacional.
Se resolvió redactar un documento base para la discusión. No estaría nada mal repasar la totalidad de aquel documento, pero a los efectos del presente análisis solo resaltaremos las definiciones referidas a la unidad política de la clase trabajadora y del campo popular.
Se reafirmaba la necesidad de la unidad de la clase en la CTA para ser “…capaces de superar una etapa en la vida de la Central… de coordinación entre nuestras organizaciones y donde entendamos que el momento actual reclama la capacidad de garantizar un accionar y una organización de carácter cotidiano”. (Pág. 42 –documento para el debate 1-CTA). Esto sirve para pensar en nuestra actual realidad, “superar la coordinación…una organización de carácter cotidiano”.
También se definía muy claramente dónde hacerlo, “Entender y asumir en profundidad los impactos que para una nueva estrategia popular plantea la emergencia masiva del desempleo, radica en definir que el territorio es el espacio para la unidad política del trabajo y la comunidad y no solo de los desocupados”. (Pág. 43 – Documento para el debate 1-CTA). Es fundamental la expresa consideración hecha del concepto de territorio para asumir la construcción de la unidad política, de la clase y popular.
Otro punto es en cuanto a los objetivos y cómo hacerlo, “Distribución, soberanía y democratización son las claves que pueden garantizar la vigencia de la justicia. Esta articulación conceptual deberá desarrollarse en términos concretos como… propuesta de salida frente a la crisis”. (Pág. 50 – documento para el debate 1-CTA). Aquí la importancia de la ratificación del objetivo, “Distribución, poder de decisión democrática popular para garantizar la igualdad”, pero algo fundamental a resaltar, “desarrollarse en términos concretos”, el significado de la cotidianeidad.
Por último, “el mecanismo para el encuentro de la militancia y las representaciones debiera ser la realización de Asambleas del Movimiento Popular que discuta la construcción concreta y orgánica del Movimiento político social. Se trata de construir una Constituyente de nuestra propia fuerza.” (Pág. 50 –documento para el debate 1- CTA).
Y se concluía proponiendo como consignas, “Shock Distributivo para erradicar la Pobreza…” y “Presupuesto Participativo para garantizar que la comunidad defina la asignación de los recursos”. (Pág. 52 –documento para el debate 1 –CTA).
Aquí, por un lado, es de resaltar que se propone ya no un Acuerdo Federal que tenía una característica de “emergencia política social”, sino un espacio de negociación permanente: El Presupuesto Participativo, que es en definitiva un espacio paritario social permanente. Esto obliga a construir una organización social permanente.
Por otro lado, lo sustancial, la propuesta de volver a convocar a asambleas, la construcción de fuerza e identidad popular contenida en la convocatoria a una Constituyente. Aquí se expresa la necesidad de constituir una organización social permanente, dinámica, cotidiana y se reafirma en ella, la necesidad de constituir la fuerza política de los sujetos sociales que sea capaz de garantizar la concreción de los objetivos.
Esta construcción es claramente contraria a la disputa de la representación política que busca sólo reemplazar un gobierno. Se vuelve a ratificar en un planteo de negociación Estado-Sociedad, con el Presupuesto Participativo, y la Constituyente es el mecanismo de lograr los acuerdos de objetivos y la fuerza de la organización colectiva, para con ellos y de ella, establecer la representación de la sociedad, no del Estado, para negociar con la representación del Estado.
Esto es reforzado conceptualmente en el cierre del documento cuando expresa: “Se trata de asumir el punto de inflexión que refleja la consigna “que se vayan todos” para transformarla en el verdadero objetivo: “Que Venga el Pueblo”. (Pág. 52 – documento para el debate 1 –CTA).
Esto último es una buena síntesis del concepto, ya que, a la clara manifestación de la sociedad movilizada de “que se vayan todos” (los representantes políticos), nosotros reafirmábamos que la oportunidad no era el simple reemplazo de los representantes (de gobierno), sino que era la oportunidad de construir poder popular para la transformación del sistema desde el pueblo. No se trataba de decir que había malos representantes y que la solución era encontrar, para reemplazarlos, buenos representantes y mucho menos decir que éstos somos nosotros.
El gran desafío era construirnos como pueblo, construir la unidad política de los sujetos sociales para la soberanía popular. Y proponíamos el mecanismo para hacerlo, convocar a una Constituyente de poder popular.
Nuevamente no pudimos hacerlo
Esta segunda convocatoria a “constituir poder popular” vuelve a fracasar. Considerando que todo siempre esta en discusión, no es intensión aquí resolver los porqués y mucho menos buscar culpabilidades, si asumir concretamente que no pudimos y plantear los puntos que consideramos fueron las dificultades que no pudimos superar.
Estaba claro que la construcción de la unidad de la clase y unidad popular es simultánea, es más, desde el manifiesto de Burzaco sostenemos que no hay posibilidad de unidad popular sin unidad de la clase trabajadora.
Pues aquí aparece la primera dificultad, no se pudo concensuar la concepción del espacio de construcción de esa unidad: el territorio. Se generó una disputa contradictoria en la construcción territorial que se advertía claramente en el documento, entre sostener que era el espacio de la unidad de la clase y sostener que era el espacio organizativo de los desocupados.
Esto último era institucionalizar la fragmentación de la clase, excluyendo de la construcción comunitaria (de la unidad popular) a los trabajadores sindicalizados; se llegó a fundamentar que “los trabajadores empleados ya tienen su espacio de construcción en sus sindicatos y sus lugares de trabajo”.
Esto se agravó aún más con el planteo de exclusividad orgánica de esta caracterización de sujeto social. Y así, de una propuesta de ofensiva política de la unidad de la clase y unidad popular se enredó el debate en una actitud defensiva al interior de la Central, preservar su no-ruptura orgánica.
La segunda dificultad se planteó a partir de la convocatoria a “elecciones anticipadas” entre quienes sostenían la participación en la disputa de la representación y los que sosteníamos avanzar en la Constituyente de construcción popular.
Había una coincidencia en los planteos cuando se manifestaba que “los sectores populares no debían delegar más”, la contradicción se genera cuando algunos pidieron a los sectores populares, a los compañeros/as, que deleguen en ellos, presentándose como candidatos. El problema no es ser candidatos o disputar la representación del Estado, el tema es hacerlo en nombre de los movimientos sociales sin que estos lo resuelvan en la consciencia colectiva.
La tercera dificultad fue en cuanto al objetivo unificador, el “shock distributivo”, la disputa por la distribución estaba absolutamente fragmentada (salarios, subsidio, financiación,…) perdiéndose la concepción de la universalidad del ingreso que nos ponía ante la unidad constructiva de la clase trabajadora.
No obstante estas consideraciones, en el Congreso Nacional se resolvió una unidad declarativa tan amplia que fue una carpa contenedora de todos y todas los sujetos sociales, construir un Movimiento político social.
Cuando se leyó esta resolución desde el escenario, el estadio empezó a cantar “movimiento de Liberación” y allí, más allá de los dirigentes, apareció la identidad histórica popular Latinoamericana.
La identidad del sujeto histórico en nuestro territorio es de lucha por la liberación de la clase trabajadora y la liberación de los Pueblos, es decir contra la explotación del trabajo y contra la dominación imperialista de los pueblos.
Esta lucha es simultánea, no puede liberarse la clase sin liberación de su pueblo, de aquí la necesidad de construir la fuerza liberadora con la unidad de la clase y la unidad popular.
Pero, el escenario de dificultades no cambió con ese momento de fuerza identitaria popular del final de nuestro Congreso, y lo concreto es que no pudimos ni siquiera convocar a la Constituyente, transitamos nuestras dificultades resistiendo en la diversidad.
Es justamente, el escenario latinoamericano movilizado el que nos sacude hacia la lucha histórica, mostrándonos un proceso político y socioeconómico, donde se desnuda, cada vez más, que la pelea por la distribución esta en la disputa contra el sistema de acumulación, claramente definido en el modelo productivo de explotación primario exportador y transnacionalizado.
Este escenario en conflicto moviliza a los sujetos sociales y esto nos permite, de alguna manera, superar nuestras dificultades y visualizar los objetivos estratégicos para sostener la unidad en la lucha contra el sistema.
Estamos ante una oportunidad histórica
En el marco de la ofensiva neoliberal imperialista de los Estados Unidos (EUA) con el proyecto ALCA, la resistencia de la clase trabajadora y popular en nuestra región se unifica recuperando el concepto del espacio en disputa: el trritorio, que no es sólo nacional sino continental. Y en esa disputa aparece el Sujeto Histórico latindoafro-americano de liberación.
Esta realidad estuvo presente en la región en aquel 2001, con el inicio del Foro Social Mundial (enero) en Porto Alegre y la movilización regional contra el ALCA (abril) en Buenos Aires. Del 2002 al 2004 crece la lucha popular en toda America Latina, principalmente en el Sur, contra la ofensiva del imperio estadounidense.
Se realiza un plebiscito contra el ALCA, el pago de la Deuda Externa y la Militarización en la Argentina con más de dos millones y medio de votos, y en Puerto Iguazú se realiza el Foro Social de la Triple Frontera, principalmente en defensa del Acuífero Guaraní, la importancia de esto último es que sintetiza la disputa política de la humanidad, la pelea por la Vida, puesto que el Agua es el combustible de la vida.
Las mayores movilizaciones populares en el país y Latinoamérica son en defensa del Medio Ambiente, en defensa del ecosistema, en defensa de la Vida. Los movimientos cuestionan el modelo productivo más allá de una cuestión simplemente ambientalista.
EUA apuesta avanzar en su proyecto hegemónico convocando a la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata en el 2005 y los movimientos populares del Continente nos preparamos para enfrentarlo, desde la conformación de una Alianza Social Continental se convoca a la realización de una Cumbre de los Pueblos de América, paralela y simultánea.
Vale recordar que el documento propuesto por los EUA, para aquella Cumbre de las Américas, expresaba una política estratégica integral, planteaban entonces, Avanzar:
1 -En el liberalismo comercial con el ALCA (dominio del modelo económico productivo);
2 -En las reformas estructurales con los programas del Banco Mundial (sosteniendo el dominio financiero); 3- en un Acuerdo de Seguridad Continental contra el terrorismo y el narcotráfico (dominio político-militar sobre los pueblos).
Con la lucha y movilización popular logramos que fracase la propuesta política del presidente Bush en la Cumbre, pero pronto vimos que la ofensiva neoliberal capitalista basado en los ejes definidos por los EUA continúa avanzando en regiones y/o países.
En el 2006 se inicia un año de Congresos de la CTA en todo el país, en la región NEA-Litoral, el debate interno estuvo enmarcada en esta política de acción internacional, motivada por la realidad conflictiva de su frontera (las represas hidroeléctricas, el Acuífero, el Humedal de la cuenca hídrica con los Esteros del Ibera, las Pasteras, los monocultivos forestal y sojero,…).
En Corrientes, junto al Congreso Provincial se realiza un Encuentro regional con presencia de las CTA de la región y las Centrales de la CUT de Río Grande do Sul, de la CNT de Paraguay y de representantes sindicales del Uruguay, además de la activa participación de representantes campesinos e indígenas de la región.
La definición política aprobada es extensa, pero es importante resaltar que la disputa por la Distribución fue puesta en la lucha contra el modelo productivo y se definió la necesaria Reforma Agraria en pos de la Soberanía Alimentaria de los Pueblos. Se definió claramente toda la estructura del modelo Productivo, su carácter extractivo primario (monocultivos de Soja y Forestal), y los megaproyectos de infraestructura (Represas hidroeléctricas, hidrovía), la explotación de los recursos naturales principalmente el Agua y la liberalización comercial.
Podríamos agregar todo el capitulo respecto a los Derechos Laborales, sociales y ciudadanos, violentados como consecuencias de estas políticas neoliberales. Pero allí, lo fundamental acordado, con total consenso, fue ratificar el mecanismo de construcción del poder popular para lograrlo, convocar a una Constituyente Social.
Se la definió, entonces, como la convocatoria a todos los Sujetos Sociales del campo popular para construir democráticamente su unidad política, identidad y fuerza que nos permita avanzar - “en términos concretos” - en los objetivos de Soberanía popular.
El Congreso de Entre Ríos, aprueba la declaración regional poniendo prioridad en la lucha por otro modelo productivo, por la soberanía popular de los bienes naturales y principalmente de la Soberanía Alimentaria. E n la mayoría de los Congresos provinciales, los sujetos sociales de la clase fortalecían la disputa contra el sistema, reinvidicando el territorio como espacio de construcción de su unidad política y popular, expresando una coincidencia de objetivos. En todos ellos, la Distribución de la riqueza fue puesta claramente en la disputa del Modelo Productivo y de la matriz de consumo.
Se definía así, resistir construyendo, ejemplo de ello es la ratificación de que el Hambre es un crimen, pero también se resolvía construir desde los movimientos sociales su Soberanía Alimentaria.
Para avanzar en los objetivos se acordó por unanimidad, nuevamente la construcción de la fuerza colectiva social, convocándonos a un espacio Democrático Participativo para acumular poder popular: a una Constituyente Social. Así fue aprobado en el Congreso Nacional de la CTA en Mar del Plata-2006.
Estamos ante una nueva oportunidad, la confrontación contra el sistema nos exige disputar-construyendo en cada Territorio, constituyendo la unidad política de la clase trabajadora y del pueblo, para avanzar en las transformaciones políticas, económicas y sociales, es decir Culturales, desde el poder popular. Las esperanzas de transformaciones políticas no son cada cuatro años, este planteo ya nos hizo perder dos oportunidades bien definidas de construcción política por nuestras propias dificultades y equivocaciones.
Las transformaciones son posibles si cambiamos las correlaciones de fuerzas en la construcción popular concreta, cotidiana y permanente. Decía el Che Guevara, siendo ministro de la revolución cubana, “las transformaciones de la producción debe hacerse simultáneamente con la transformación de los hombres. Debemos ser productores de hombres nuevos”.
Está claro que la transformación parte de nosotros mismos, dentro de uno y del colectivo. La Constituyente Social es convocarnos a realizar este proceso de transformación, no para hacer un programa que luego se prometa llevar adelante desde el Estado disputando el gobierno. Para esto el mecanismo del sistema establece la conformación de los Partidos Políticos para participar de la disputa de la representación del Estado.
Nuestra necesidad y responsabilidad política no es constituir un Partido más, sino construir el Entero social. Este “entero” no tiene el criterio totalitario sino universal de la política. Significa construir la identidad social-cultural de las comunidades, de los pueblos. Su construcción la concebimos solamente desde la Democracia participativa. Es la construcción de la identidad cultural de la base social, de “los de abajo”-definen algunos, de los “que viven de su trabajo” dicen otros, en definitiva se trata de los sujetos sociales que “conviven comunitariamente” donde la centralidad del trabajo esta puesta en la reproducción de la vida.
La fuerza popular de estos sujetos sociales es necesaria para avanzar en las transformaciones que de ella emanan y que incluyen la de los Estados, pero desde la sociedad.
El camino tradicional es tomar el poder (vía electoral o vía las armas) y desde ahí “organizar la sociedad”, para transformarla o para disciplinarla. Lo difícil es salvar las contradicciones que nos plantea la transformación simultánea de la Sociedad y del Estado. Cómo convivir el proceso de transformación, cómo comulgar en la construcción, la Democracia popular (participativa de decisión colectiva social) con la Democracia burguesa (representativa–delegativa de la decisión política).
La imposibilidad de sostener la democracia participativa en el seno de la construcción popular nos puso en crisis política impidiendo la unidad política de los sujetos sociales, imprescindible para la construcción de identidad y fuerza popular.
Hemos perdido dos oportunidades, la realidad latinoamericana nos da otra oportunidad, puesto que la Liberación de la clase trabajadora y de los pueblos en Nuestra América sólo será posible desde el poder popular.
Nuestra responsabilidad histórica es sostener la construcción colectiva popular, que como decía Germán Abdala, “…es el camino más difícil y más largo pero es el camino propio”. Y este camino debe ser claro en el compromiso y la praxis constructiva. La Constituyente Social está llamada a ser el espacio del Encuentro de Unidad Colectiva para transitar ese camino.
La Constituyente Social será entonces, la convocatoria de los sujetos sociales para transformar transformándose ahora, cotidianamente. En la estrategia transformadora social debe necesariamente incluirse la transformación de las políticas del Estado. Entendiendo que el Estado es una herramienta, un instrumento que depende de la correlación de fuerza en la sociedad, por esto las políticas del Estado se disputan cotidianamente.
La disputa de la representación del Estado de la democracia burguesa resulta contradictoria con la construcción social de la democracia participativa popular, pero no debemos negarla pues nuestro objetivo transformador necesariamente debe consolidarse con la transformación del Estado.
Por un lado resultaría fácil este análisis desde los trabajadores organizados, pues “a mayor fuerza colectiva mayor capacidad de negociación, lográndose mejor Convenio Colectivo de Trabajo”, pero además, el cumplimiento de lo convenido se garantiza con la fuerza colectiva ejercida cotidianamente.
De aquí debemos concluir que, la Constituyente Social es convocarnos a construir “fuerza popular para avanzar en capacidad de negociación colectiva social que nos permita la transformación de la sociedad en el real ejercicio colectivo de los Derechos constituidos”.
Este es el camino inverso a la cultura política partidaria. Pero, el hecho de que el sistema delegativo de la democracia burguesa haya generado una fractura Estado-Sociedad no significa aceptar esa ruptura. De aquí que la disputa del Estado también incluye su conducción política con representación popular.
Antes, en los “proyectos nacionales y populares” de los Estados Bienestar en los movimientos populares se incluía a la “burguesía nacional”. Se suponía, en esos proyectos desarrollistas, que la “burguesía nacional” tendía a la igualdad social. Ahora, vemos un claro alejamiento ideológico de esas burguesías, muy marcadas, en los países que más han transnacionalizado su economía, su sistema productivo.
Es importante entender que la burguesía no es nacional por haber nacido en el país sino por estar contenido en un proyecto nacional. De aquí que el modelo productivo extractivo, exportador primario, jamás fue ni será un proyecto nacional, pues es contrario al desarrollo de los pueblos.
Por esto en el conflicto, mal llamado del "campo", las cuatro entidades ruralistas defendieron sus intereses rentistas agroexportador del modelo extractivo transnacional de la oligarquía burguesa local histórica, en esto no hay espacio a la confusión. La disputa en Bolivia está claramente definida en estas identidades políticas.
Esta realidad conflictiva se expresa en este tiempo latinoamericano, también en los gobiernos surgidos de la construcción popular o como consecuencia de la lucha popular y genera dificultades cuado no contradicciones, para caracterizarlos desde los movimientos populares, en la Alianza Social Continental antes de la Cumbre de los Pueblos del 2005 en Mar del Plata, se acordó definirlos como aquellos “que se alejan de la hegemonía de los EUA”. Puesto que se reconocían en ellos actitudes antimperialista, pero no todos cuestionan al capitalismo y mucho menos, plantean otro sistema.
Esta disputa atraviesa al conjunto social y la relación de la “base social” con la, aún pequeña, burguesía resulta más que compleja, en los partidos políticos están presentes estas contradicciones lo que complejiza la relación de estos con los movimientos populares. En América latina existe un espacio de articulación de los partidos que se asumen de izquierda y progresistas, el “Foro San Pablo”.
Se ha intentado en las Cumbres de los pueblos de la región desde el 2006 crear espacios de encuentros entre el Foro y la ASC, considerando imprescindible para este proceso latinoamericano avanzar en la transformación política social y económica, es decir Cultural de los pueblos y esto implica necesariamente la transformación de los Estados.
El sistema ha dividido los espacios y su organización, donde se identifican como sujetos sociales y sujetos políticos, pero existe un espacio difuso entre ambos que resulta complejo sincerar a los sectores populares, a la burguesía organizada en sus cámaras empresariales no tienen problemas, pueden entrar y salir cuando quieren y como quieran del espacio político formal, además de actuar en la negociación directa por políticas de Estado (capacidad de loby le dicen).
En concreto consideramos que podremos resolver estas dificultades y contradicciones desde la construcción de nuestra identidad y fuerza de clase y popular.
En los territorio, actualmente, los sujetos sociales organizados negocian colectivamente las políticas de su habitad, sus viviendas, sus servicios (energía, agua, transporte,…), su educación, su salud, su trabajo social autogestionado, su mercado de consumo, sus lugares de esparcimiento,…. La mayoría, ante la ausencia de estrategia de transformación, son negociaciones de resistencia, defensivas, de sobrevivencia.
Y sin organización y sin identidad colectiva, cada una de estas políticas (algunas o todas) les son impuestas. El poder de decisión sobre ellos esta en otro lado, a veces o la mayoría de la veces en este sistema, no esta ni siquiera en quienes administran el Estado, el poder presente en ellos son los grandes propietarios de las tierras y de los medios de producción, la oligarquía burguesa, ahora además, transnacional o transnacionalizada.
Construir un proyecto propio popular
Sin dudas que aún estamos en una crisis de unidad política del campo popular y ésta incluye a la concepción unitaria de la clase trabajadora también en conflicto hacia el interior de la Central. El tema es resolverlo democráticamente, hemos sostenido permanentemente que la salida de la crisis, sin hegemonías, será posible construyendo colectivamente los consensos de los sujetos sociales.
Siempre que hablamos de construcción propia se nos presenta la discusión de un principio de nuestra construcción, establecida como principio fundacional: la autonomía.
La autonomía fue y es un principio fundamental para la lucha de resistencia y esencial como base de la construcción de la identidad colectiva, pero para la construcción de la fuerza transformadora, es decir para la ofensiva colectiva social, es imprescindible dar un paso cualitativo, construir soberanía política popular.
El ejercicio soberano popular significa ejercer el derecho político ciudadano, colectiva y cotidianamente. Se reafirma de esta manera que no se trata de ejercer el derecho político ciudadano cada cuatro años delegando la soberanía en un representante político, más allá que este sea “popular”.
Si el ejercicio de la soberanía está puesta en el gobierno la discusión política queda entrampada en la representación política del Estado, y la resolución de cualquier proyecto político pasa por la disputa de la representación.
Esta discusión no es nueva ni novedosa, sólo bastaría una reflexión histórica sobre la clase trabajadora y su proyección política, del anarquismo, del socialismo y del comunismo, en el comienzo de la organización del movimiento obrero. Este proceso esta en este tiempo muy definido en cuanto a la caracterización de los gobiernos en América Latina respecto a la soberanía.
El tema es ¿Quién ejerce la soberanía de los pueblos? Tal vez ayude a esta comprensión comparar la definición de la Constitución de la República de Cuba: “En la República de Cuba la soberanía reside en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado.”, con lo que expresa la Constitución de nuestro país, la República Argentina, “El pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes”.
Está claro que para que el pueblo sea soberano, los sujetos sociales que lo conforman deben deliberar, construir identidad colectiva popular y tener capacidad de decidir como vivir donde viven. No caben dudas que la Constitución Argentina, como la mayoría de los países de nuestra América (que copiaron la constitución burguesa de los EUA en las constituciones nacionales pos-proceso independentista), es claramente liberal.
Diferente era el proyecto de “los Pueblos Libres” de Artígas que planteaba la “Soberanía particular de los Pueblos, unidos en Confederación”, muy bien reafirmada por el Comandante Andrés Guacurari (artigista) cuando escribió el Manifiesto a los pueblos misioneros orientales en poder del imperio portugués: “vengo a liberarlos pero no para gobernarlos, pues cada pueblo debe gobernarse a sí mismo”. Este proyecto de liberación y soberanía de los pueblos es el que marca este tiempo Latinoamericano.
Si analizamos este proceso desde los gobiernos, podemos ver que existen dos líneas de acción política expresadas en los llamados “nuevos gobiernos latinoamericanistas” la de: los progresistas dentro del sistema y los que proponen una construcción alternativa.
a) Los primeros, proponen la recuperación de los estados nacionales para proyectos nacionales de “humanización del capitalismo” y que puedan integrarse complementariamente en la regionalización. Son los que expresan un reformismo orientado a un “Neo-Estado Bienestar”. Este proyecto es liderado por Brasil y acompañado por Argentina.
En el 2004, en representación del PT y del Gobierno de Lula, (Genoino y Duce), decían ante delegados internacionales del campo popular: “Que el PT consideraba que en el Brasil no existían condiciones para un proceso revolucionario, por lo que su objetivo era hacer las reformas que generen las condiciones para que el pueblo resuelva el camino a desarrollar. Así se planteaban cinco reformas desde el gobierno: Previsional, laboral-sindical, tributaria, agraria y política”.
Reafirmando luego que ellos conformaron el PT (Partido de los Trabajadores), que si bien es un partido de clase nunca se planteó un gobierno proletario, sino de “alianza de clase”. Es comprensible, teniendo en cuenta el destino de las cinco reformas propuestas originalmente, que el objetivo reformista aún continúa en proceso.
Por otro lado, en la Argentina, Néstor Kirchner hizo su campaña con el lema “por un capitalismo serio” planteando la recuperación del rol del Estado para mayor Justicia social. Cristina ratificó este “proyecto” en pleno conflicto con la burguesía rural.
En esta línea, las dificultades planteadas son las contradicciones que generan los modelos productivos nacionales que no están planificados en función de la complementariedad regional. Salvo Brasil, que puede considerarse que expresa una estrategia productiva nacional (más allá del modelo), en la Argentina, como en Paraguay y Uruguay, el modelo productivo está desarrollado por la planificación transnacionalizada de la economía.
b) Los que proponen la construcción de un modelo alternativo. Esto fue asumido por los movimientos populares movilizados en Mar del Plata en el 2005, donde se acordó reconocer que el ALBA y el TCP eran propuestas alternativas. Lideran esta línea Venezuela, Bolivia. En este sentido, la propuesta la encuadran en la construcción de un nuevo Socialismo para este siglo.
Pero respecto a la construcción de la soberanía podemos conceptualizar estos dos lineamientos políticos entre:
1 - Los que no tienen pensado reformar sus constituciones, es decir que las reformas se llevan adelante con “leyes” dentro del orden político social y económico constituido (manteniendo sus Constituciones liberales). (Brasil, Argentina, Uruguay, etc.)
2 - Los que plantean Reformas constitucionales con el objetivo de producir reformas estructurales de participación política social, creando instituciones nuevas de mayor participación popular. (Venezuela, Bolivia y Ecuador).
Una cuestión claramente diferencial implica la búsqueda de transformaciones estructurales convocando a reformas constitucionales, donde el proyecto de fondo consiste en la transferencia de poder del Estado (del Estado burgués del modelo) al pueblo, creando nuevas institucionalidades de participación popular.
El resultado de estos procesos demuestran que las transformaciones pasan por el cambio de la correlación de fuerza y no solo con reformas de la institucionalidad. El poder real de las oligarquías burguesas son mucho más fuertes luego de las reformas neoliberales en nuestros países. El funcionamiento del capitalismo es político y socioeconómico, donde plantea el “progresismo” del ascenso vertical de las clases sociales. Está basado en la cultura de la desigualdad.
Una sociedad basada en la igualdad social requiere de una construcción cultural de la igualdad, es decir que la igualdad social no puede imponerse por “decreto”. No se puede pedir a un poder cuyo poder se sustenta en la desigualdad, que nos haga iguales, y mucho menos si no somos capaces de construirnos en igualdad de clase trabajadora y social-popular.
Aquí radica la comunión en la construcción “autónoma y soberana”, no podemos pedir o exigir o culpar a otro lo que nosotros no somos capaces de hacer. Para ser explícitos, nosotros nos convocamos a constituir la unidad política (igualdad) de la clase trabajadora en la CTA, ahora nos preguntamos si realmente ¿funcionamos en unidad clasista o existe un funcionamiento de jerarquías orgánicas de identidades intraclase? ¿Asumimos la igualdad soberana entre los empleados registrados, los no-registrados (sindicalizados o no-sindicalizados), los desempleados, los autogestionados, los voluntariados sociales, los domésticos, los rurales, los campesinos, los indígenas,…?.
Miremos el proceso de transformación venezolano, en cuanto a la unidad de la clase: tienen serías dificultades en la conformación de una central clasista para el proyecto bolivariano (la nueva central UNETE, luego de más de cinco años de haberse constituido no sólo no logró normalizarse sino que acaba de crearse otra central). En cuanto a la unidad popular, la apuesta a la reforma constitucional proponiendo la creación de Consejos Comunales de poder popular, no pudo avanzar al perderse el plebiscito el año pasado.
En Bolivia la reforma constitucional, constituyéndose en un país plurinacional, multiétnico, y estableciendo la soberanía de los pueblos originarios en sus territorios es una revolución profunda de poder popular, de allí la resistencia política de las oligarquías enquistadas en los estados burgueses, que quieren autonomía secesionista, y la descarada ingerencia interna imperialista estadounidense. Aquí se expresa la disputa histórica latinoamericana, puesto que la fuerza revolucionaria está en la identidad del sujeto histórico, indígena y campesino. Son la fuerza de estos movimientos los que podrán garantizar la transformación en Bolivia.
El Paraguay es otra expresión de esta disputa histórica, de un pueblo que fue el país más desarrollado de América latina en el siglo XIX y que fue destruido por el imperialismo liberal inglés asociado con las oligarquías burguesas de la región (Brasil, Argentina, Uruguay), ahora vuelve de sus cenizas, a tener una oportunidad en este contexto de liberación y soberanía latinoamericana. La posibilidad cierta de transformación estará en la construcción de poder popular concreto, la Reforma Agraria propuesta electoralmente solo podrá avanzar si hay unidad y fuerza organizada campesina-indígena. La Soberanía energética propuesta a partir de la renegociación de Itaipú y Yacireta, será posible con fuerza movilizada popular.
No podemos olvidar que las reformas neoliberales transfirieron riqueza nacional a las burguesías (multinacionales) con las privatizaciones, transfirieron patrimonio y la explotación de Recursos Naturales. Transfirieron poder del Estado a los sujetos dominantes transnacionales, las privatizaciones fueron en realidad, una desnacionalización, y para ello en la región con la “operación cóndor” destruyeron la fuerza popular con miles de asesinatos y desapariciones de militantes populares.
El “progresismo” apunta, más que nada, a la recuperación de lo perdido durante el proceso neoliberal, y la propuesta alternativa comparte con estos el hecho que la transformación del sistema debe pasar por la recuperación de lo mucho que se perdió.
El punto a resolver es que ambos necesitan para los cambios, mayor correlación de fuerza a favor del campo popular, y aquí resulta sustancial la definición de la concepción de soberanía, si la soberanía reside en el pueblo o si reside en “sus representantes”.
Nosotros, en el último Congreso Nacional de la CTA (2007) ratificamos la convocatoria a la Constituyente Social, a la negociación colectiva: Estado–Sociedad en una Paritaria Social y en la comisión de Internacionales se aprobó por unanimidad que nuestra estrategia es la construcción de la unidad de la clase trabajadora y unidad popular, reafirmando nuestra identidad popular latinoamericanista, considerando a la Constituyente Social como espacio de la construcción de esa unidad política y las Cumbres de los Pueblos, Foros Sociales, los espacios de unidad latinoamericana en la integración de los pueblos desde los pueblos.
Se puede aportar para el análisis del escenario político, el discurso de la presidenta Cristina Fernández en la última Cumbre del MERCOSUR realizada en Tucumán: “Estamos ante una oportunidad histórica en Sudamérica, que debemos aprovecharla. Porque tenemos soberanía energética con Venezuela, soberanía tecnológica industrial con Brasil y soberanía alimentaria con la Argentina”.
Está claro, tomando el caso argentino, que el pueblo no resuelve “qué se produce” y “qué se consume” en el país, si en Argentina se produce alimentos con capacidad de alimentar a cuatrocientos millones de personas y somos cuarenta millones con ocho millones con serios problemas de alimentación.
El poder que decide plantar y avanzar en el monocultivo de soja y producir para mayor rentabilidad, exportando la producción agroalimentaria, mientras hay familias, comunidades y pueblos argentinos con hambre, es evidente que este poder de decisión no está en manos de los pueblos, no es popular porque no hay poder popular. Y mucho más aún, si el Estado no puede garantizar ni siquiera la seguridad alimentaria vía redistribución de la renta.
La alternativa es, entonces, construir el poder popular para ser soberanos en la decisión de que producir, como hacerlo y que comer, que consumir.
Los movimientos sociales de la región asumimos e hicimos la Cumbre de los Pueblos del Sur en Posadas-Misiones, convocada para debatir y resolver acciones “por un modelo productivo que nos garantice la Soberanía Alimentaría”. Funcionando en tres Foros (Movimientos populares urbanos, Campesinos e Indígenas) ratificaron los objetivos convocando a una Campaña regional (Cono Sur) por la Soberanía Alimentaria, construyendo otro modelo productivo sobre una matriz de consumo popular.
En la región del Humedal, NEA-Litoral se expresa una clara identidad histórica y cultural de la liberación latinoamericanista y soberanía de los Pueblos. Fortalecidos por los procesos movimentistas populares, campesina e indigena de Bolivia y Paraguay, la Constituyente Social se convierte en una herramienta estratégica para construir la identidad y la fuerza popular que nos permita avanzar en la transformación transformándonos.
La región del NEA fue la más empobrecida por el neoliberalismo, teniendo todos los bienes naturales necesarios “para vivir bien”. En Corrientes en la reciente reforma constitucional aprobada se avanzó en definiciones fundamentales como la “soberanía del pueblo sobre el Acuífero guaraní y los Esteros del Iberá” y la posibilidad de la reforma agraria. Lo que se necesita es la fuerza popular para avanzar en el ejercicio de estos derechos.
La liberación y soberanía nacional será la liberación y soberanía de cada pueblo y de todos los pueblos, en cada territorio y en todo el territorio. La región, consecuente con su construcción histórica asume la Constituyente Social para la unidad política de los sujetos sociales claramente identificados en los movimientos de trabajadores urbanos, campesinos, indígenas, de jóvenes, mujeres y ancianos, sosteniendo el debate colectivo, para transformar transformándonos, para lo cual asumimos los objetivos unificadores de la construcción popular.
En este sentido, ratificando la lucha por la distribución de la riqueza y la soberanía popular, se propone lo resuelto en la Cumbre de los Pueblos del Sur (Posadas) como motor de la Constituyente Social: una Campaña Regional permanente por la Soberanía Alimentaria, construyendo otro modelo productivo sobre una matriz de consumo popular.
Considerando a la soberanía popular a la soberanía de los pueblos en sus territorios, de las tierras, de sus bienes naturales (el Agua, la energía,…), de sus medios productivos y su biodiversidad. Reafirmamos la disputa por la universalidad del ingreso como objetivo unificador de la clase trabajadora.
La soberanía Latinoamericana se construye en la integración de los pueblos, siendo esta construcción simultánea, es objetivo regional coser las fronteras con los pueblos hermanos del Sur desde nuestra revalorización cultural.

*Secretario de Integración Latinoamericana de la CTA.

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