sábado, 4 de julio de 2009

Una oportunidad

por Juan Carlos Giuliani: Sec. Comunicación CTA
La pregunta es sencilla y no admite respuestas ambiguas. ¿La celebración del Bicentenario, representará el continuismo de la maqueta de país neocolonial refrendado por la Reforma Constitucional de 1994, hija del espurio Pacto de Olivos, o por el contrario, retomará las líneas emancipatorias del pensamiento nacional, popular y revolucionario que nos legara Mariano Moreno en su “Plan de Operaciones”?
El 30 de agosto de 1810 Moreno presenta a la Primera Junta su “Plan de Operaciones”, un catálogo de nueves artículos que refleja el programa revolucionario de la Gesta de Mayo. Su vitalidad es de tal magnitud, que el principal escriba de la cátedra liberal de la historia oficial, Bartolomé Mitre, “extravió” una reproducción del manuscrito hallada en el Archivo de Indias de Sevilla. Recién en 1896 el doctor Norberto Piñero lo publicó utilizando otra copia que se le enviara desde España.
Moreno proponía una serie de expropiaciones a las grandes fortunas y planteaba políticas de nacionalismo económico y proteccionismo industrial para hacer sustentable el proceso transformador. “El mejor gobierno, forma y costumbre de una Nación es aquel que hace feliz mayor número de individuos; y que la mejor forma y costumbres son aquellas que adopta el mismo número, formando el mejor concepto de su sistema; igualmente es máxima aprobada, y discutida por los mejores filósofos y grandes políticos, que las fortunas agigantadas en pocos individuos, a proporción de lo grande de un Estado, no sólo son perniciosas, sino que sirven de ruina a la sociedad civil”, reza el artículo 6 del “Plan de Operaciones”.
El 25 de mayo de 1910, cuando aún quedaban los destellos del paso del cometa Halley, el poder oligárquico ungido a través del fraude patriótico festejaba el Centenario a toda pompa y no trepidaba en establecer el Estado de Sitio para blindar la ciudad de Buenos Aires, reprimir la protesta social y la amenaza de huelga general propiciada por sindicalistas anarquistas y socialistas. En un año más, nuestro país conmemorará los 200 años de la Revolución de Mayo. Argentina, no está sola en este festejo. También celebran en Latinoamérica sus bicentenarios Chile y México, mientras que en el 2011 lo harán Venezuela y Paraguay.
Frente a un nuevo turno electoral, el sistema político demoliberal es interpelado por una apatía popular estremecedora, que registra la dimensión alcanzada por la crisis de representación que estallara en diciembre de 2001, mientras el conflicto social crece y se propaga inflamado por la escandalosa desigualdad que impera en nuestro país.
No se pueden ignorar las inquietantes señales que envía la realidad que, al fin y al cabo, es la única verdad. Desde el último trimestre del año pasado se han destruido más de 100.000 puestos de trabajo mientras las patronales chantajean a los trabajadores para que acepten el congelamiento o reducción de sus salarios a cambio de mantener la fuente de empleo. El Gobierno destina millones de pesos en subsidiar a las empresas, muchas de ellas trasnacionales, a través de programas de auxilio económico por los que abona hasta $ 600 por operario en un intento de cauterizar la hemorragia de despidos.
El parche no beneficia a las Pymes sino a los grandes conglomerados empresarios, los mismos que acumularon ganancias fabulosas desde la devaluación de 2002 hasta el 2008 durante el ciclo de crecimiento macroeconómico, al cabo del cual todavía subsisten en la Argentina más de 13 millones de pobres y casi cinco millones de indigentes. Los tarifazos en la energía, el agua, el transporte y el gas enflaquecen hasta la anorexia el bolsillo de los trabajadores. Este cuadro de situación, agravado por el contexto de crisis global del capitalismo, es el combustible que alimenta el conflicto social. Perder el miedo a cambiar, emprender la redacción colectiva de un nuevo contrato social que modifique la injusta matriz de distribución de la riqueza y traduzca en una nueva institucionalidad esa experiencia de poder popular, es la razón de ser de la Constituyente Social. El único sentido valedero y productivo de conmemorar el Bicentenario de la Revolución de Mayo es rescatar, revivir y actualizar el proyecto nacional inconcluso que idearon los fundadores de la Patria.

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