"Hemos decidido resistir hasta las últimas consecuencias. Libres!!! jamás esclavos. No podemos seguir permitiendo el sometimiento de nuestro pueblo a los mandatos extranjeros, ni la expropiación de todas nuestras riquezas".
Con esta proclama se despedirán los 25 patriotas que se inmolaran en San Salvador de Jujuy, para otorgarle al Gral. Belgrano las horas que éste necesita para retirarse, inaugurando así una de las más grandes epopeyas de la humanidad, “El Éxodo Jujeño”, que solo sería repetido 129 años después por el pueblo soviético ante el avance de la bestia parda en 1941.
Se denomina Éxodo Jujeño a la retirada hacia Tucumán emprendida por el Ejército del Norte y la población de San Salvador de Jujuy el 23 de Agosto de 1812, ante el avance de las tropas realistas provenientes desde el Alto Perú, el éxodo se debía a la imposibilidad de resistir al ejército de Pío Tristán que avanzaba después de haber recibido refuerzos en Suipacha que elevaban su dotación a 4.000 hombres.En el Éxodo la población de Jujuy, también de Salta y Tarija, abandonaron sus hogares y arrasaron con todo lo que dejaban atrás a fin que las fuerzas realistas no pudiesen aprovechar ninguno de sus bienes. Todo un pueblo marcha con sus soldados guiados por quien, sabedor de que esa es su hora de gloria, va sereno. La gente debe llevarse todo lo que puede ser transportado en carretas, mulas y en caballos. Cuando el ejército español llegó a las inmediaciones, encuentra campo raso, las llamas han devorado las cosechas y en las calles de la ciudad arden aquellos objetos que no pueden ser transportados.
Más allá que los anhelos de libertad están instalados en el pueblo, no cabe duda que algo y alguien debe seducirlos y ese ser humano ejemplar es Manuel Belgrano. Es a ese hombre, que en enero de 1812 el gobierno lo envía a proteger las costas del Paraná de los españoles. Allí enarboló por primera vez la bandera nacional (el 27 de febrero de 1812). La tarea que debe realizar es agotadora: reorganizar los cuadros, disciplinar los soldados, abastecer el ejército, dar ánimos a la población, crear un ejército armónico, disciplinado apto para luchar contra los aguerridos regimientos que comandan los españoles.
El éxito obtenido en el combate del Río de las Piedras, una escaramuza entre los hombres de Díaz Vélez y la vanguardia enemiga, alentó a Belgrano a detener la marcha. Se haría fuerte en San Miguel de Tucumán donde hizo frente a Tristán en la batalla homónima.
La victoria de Tucumán permitiría retomar Salta poco más tarde y recuperar el control de esa región del altiplano andino.
Con esta proclama se despedirán los 25 patriotas que se inmolaran en San Salvador de Jujuy, para otorgarle al Gral. Belgrano las horas que éste necesita para retirarse, inaugurando así una de las más grandes epopeyas de la humanidad, “El Éxodo Jujeño”, que solo sería repetido 129 años después por el pueblo soviético ante el avance de la bestia parda en 1941.
Se denomina Éxodo Jujeño a la retirada hacia Tucumán emprendida por el Ejército del Norte y la población de San Salvador de Jujuy el 23 de Agosto de 1812, ante el avance de las tropas realistas provenientes desde el Alto Perú, el éxodo se debía a la imposibilidad de resistir al ejército de Pío Tristán que avanzaba después de haber recibido refuerzos en Suipacha que elevaban su dotación a 4.000 hombres.En el Éxodo la población de Jujuy, también de Salta y Tarija, abandonaron sus hogares y arrasaron con todo lo que dejaban atrás a fin que las fuerzas realistas no pudiesen aprovechar ninguno de sus bienes. Todo un pueblo marcha con sus soldados guiados por quien, sabedor de que esa es su hora de gloria, va sereno. La gente debe llevarse todo lo que puede ser transportado en carretas, mulas y en caballos. Cuando el ejército español llegó a las inmediaciones, encuentra campo raso, las llamas han devorado las cosechas y en las calles de la ciudad arden aquellos objetos que no pueden ser transportados.
Más allá que los anhelos de libertad están instalados en el pueblo, no cabe duda que algo y alguien debe seducirlos y ese ser humano ejemplar es Manuel Belgrano. Es a ese hombre, que en enero de 1812 el gobierno lo envía a proteger las costas del Paraná de los españoles. Allí enarboló por primera vez la bandera nacional (el 27 de febrero de 1812). La tarea que debe realizar es agotadora: reorganizar los cuadros, disciplinar los soldados, abastecer el ejército, dar ánimos a la población, crear un ejército armónico, disciplinado apto para luchar contra los aguerridos regimientos que comandan los españoles.
El éxito obtenido en el combate del Río de las Piedras, una escaramuza entre los hombres de Díaz Vélez y la vanguardia enemiga, alentó a Belgrano a detener la marcha. Se haría fuerte en San Miguel de Tucumán donde hizo frente a Tristán en la batalla homónima.
La victoria de Tucumán permitiría retomar Salta poco más tarde y recuperar el control de esa región del altiplano andino.
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