Acaba de
realizarse el Vº Encuentro Sindical Nuestra América, ESNA, entre el 21 y
23 de mayo pasado en la Ciudad de México. En el cónclave participaron
las principales centrales sindicales de la región, con más de 400
delegados mexicanos y otros 200 representando a 20 países.
* Director Académico del Centro de Estudios de la Federación Judicial Argentina (CEFJA) y Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (FISyP)
Los debates
concluyeron en la Plaza del monumento a la Revolución, con 5.000
participantes que siguieron con atención reflexiones de representantes
de varios países de la región y especialmente de Piedad Córdoba, la
senadora del pueblo de Colombia, despojada institucionalmente y
perseguida por el régimen político de ese país.
Uno de los temas más destacado y celebrado en las deliberaciones fue la promulgación de la Ley Orgánica del Trabajo, LOT, en Venezuela, por tratarse de un instrumento que marcha a contramano de las regresivas reformas laborales instrumentadas en las últimas dos décadas en nuestros países.
Es relevante el asunto, ya que en el último lustro han mejorado relativamente los salarios del sector “regular” en el mercado laboral, y muy especialmente los salarios mínimos. Resulta de interés discutir ambas realidades y sus vinculaciones recíprocas. Es cierto que han mejorado los indicadores de ingresos de los trabajadores del sector regular, y especialmente del salario mínimo, pero sin modificar la reaccionaria legislación establecida en tiempos de ofensiva neoliberal en los 80´ y en los 90´.
Argentina tiene el mayor poder adquisitivo medido en dólares respecto de los salarios mínimos de 10 países de la región para el 2011, y seguido del Paraguay, aunque en la relación 2011-2007 ha sido el Perú el que encabeza la recuperación del salario mínimo, con un 36,73%, seguido de Argentina con 29,62%. Al final aparece Colombia con una recuperación del 4,63% y el único con valores negativos es Venezuela con un registro de -9,31%, o sea, pérdida de más del 9% de la capacidad de compra respecto de los últimos años.
Lo que pretendemos, es llamar la atención sobre algunas cuestiones estructurales relativas al empleo y a la relación salarial en el capitalismo en la región. Hemos mencionado el caso de la reciente aprobación de la LOT, Ley Orgánica del Trabajo en Venezuela, porque este país aparece último y con registro negativo en la evolución del salario mínimo.
La LOT establece la reducción de la semana laboral de 44 a 40 horas, con 8 horas diarias y dos días de descanso; la extensión del permiso postnatal de 12 a 20 semanas; la inamovilidad de dos años para ambos padres después del parto; pago doble de prestaciones por despido injustificado; elimina los contratos de “outsourcing” (tercerización) entre otras cuestiones relevantes.
Existe un debate sobre la práctica de gestión de los trabajadores en las empresas venezolanas, participación estatal mediante, que renueva la discusión sobre las relaciones laborales en el capitalismo, máxime en un país que se propone el tránsito al socialismo.
Los indicadores presentados dan cuenta de un incremento en los salarios mínimos entre 2007 y 2011, claro que es una conclusión válida para los trabajadores registrados, que como sabemos, en la coyuntura del desarrollo capitalista contemporáneo, son la minoría. La mayoría de los trabajadores pertenecen al sector informal o no regularizado, sin seguridad social, que en muchos casos perciben ingresos por debajo del mínimo.
Son entonces, dos aspectos a considerar. Por un lado el crecimiento de los mínimos salariales, que aun cuando se trata de una minoría indica una pauta del piso de ingreso de los trabajadores. Para muchos es un objetivo o una referencia, aún siendo insuficiente para resolver la canasta familiar de los trabajadores. La otra cuestión es que el mínimo, por mucho que crezca no destaca lo principal, ni de los ingresos del conjunto de los trabajadores, ni de la relación de los trabajadores con el capital actuante en cada país.
El salario mínimo es una referencia importante, sí, pero necesita relacionarse con otras variables. Una es la evolución de los precios de los productos y servicios que realmente adquiere la familia del trabajador, más allá de los índices oficiales de inflación.
Es relevante el tema en el caso argentino ante la manipulación de los datos del INDEC, con una inflación real que discute las recuperaciones del poder de compra. Otra variable son las ganancias empresarias, las que definen la brecha en la división funcional del ingreso y que responden a una creciente concentración y centralización del capital.
En definitiva, no solo se trata de los ingresos, sino de los derechos de los trabajadores y su lugar en la producción material de bienes y servicios, lo que define su capacidad de consumo y posibilidad de emancipación social.
Uno de los temas más destacado y celebrado en las deliberaciones fue la promulgación de la Ley Orgánica del Trabajo, LOT, en Venezuela, por tratarse de un instrumento que marcha a contramano de las regresivas reformas laborales instrumentadas en las últimas dos décadas en nuestros países.
Es relevante el asunto, ya que en el último lustro han mejorado relativamente los salarios del sector “regular” en el mercado laboral, y muy especialmente los salarios mínimos. Resulta de interés discutir ambas realidades y sus vinculaciones recíprocas. Es cierto que han mejorado los indicadores de ingresos de los trabajadores del sector regular, y especialmente del salario mínimo, pero sin modificar la reaccionaria legislación establecida en tiempos de ofensiva neoliberal en los 80´ y en los 90´.
Argentina tiene el mayor poder adquisitivo medido en dólares respecto de los salarios mínimos de 10 países de la región para el 2011, y seguido del Paraguay, aunque en la relación 2011-2007 ha sido el Perú el que encabeza la recuperación del salario mínimo, con un 36,73%, seguido de Argentina con 29,62%. Al final aparece Colombia con una recuperación del 4,63% y el único con valores negativos es Venezuela con un registro de -9,31%, o sea, pérdida de más del 9% de la capacidad de compra respecto de los últimos años.
Lo que pretendemos, es llamar la atención sobre algunas cuestiones estructurales relativas al empleo y a la relación salarial en el capitalismo en la región. Hemos mencionado el caso de la reciente aprobación de la LOT, Ley Orgánica del Trabajo en Venezuela, porque este país aparece último y con registro negativo en la evolución del salario mínimo.
La LOT establece la reducción de la semana laboral de 44 a 40 horas, con 8 horas diarias y dos días de descanso; la extensión del permiso postnatal de 12 a 20 semanas; la inamovilidad de dos años para ambos padres después del parto; pago doble de prestaciones por despido injustificado; elimina los contratos de “outsourcing” (tercerización) entre otras cuestiones relevantes.
Existe un debate sobre la práctica de gestión de los trabajadores en las empresas venezolanas, participación estatal mediante, que renueva la discusión sobre las relaciones laborales en el capitalismo, máxime en un país que se propone el tránsito al socialismo.
Los indicadores presentados dan cuenta de un incremento en los salarios mínimos entre 2007 y 2011, claro que es una conclusión válida para los trabajadores registrados, que como sabemos, en la coyuntura del desarrollo capitalista contemporáneo, son la minoría. La mayoría de los trabajadores pertenecen al sector informal o no regularizado, sin seguridad social, que en muchos casos perciben ingresos por debajo del mínimo.
Son entonces, dos aspectos a considerar. Por un lado el crecimiento de los mínimos salariales, que aun cuando se trata de una minoría indica una pauta del piso de ingreso de los trabajadores. Para muchos es un objetivo o una referencia, aún siendo insuficiente para resolver la canasta familiar de los trabajadores. La otra cuestión es que el mínimo, por mucho que crezca no destaca lo principal, ni de los ingresos del conjunto de los trabajadores, ni de la relación de los trabajadores con el capital actuante en cada país.
El salario mínimo es una referencia importante, sí, pero necesita relacionarse con otras variables. Una es la evolución de los precios de los productos y servicios que realmente adquiere la familia del trabajador, más allá de los índices oficiales de inflación.
Es relevante el tema en el caso argentino ante la manipulación de los datos del INDEC, con una inflación real que discute las recuperaciones del poder de compra. Otra variable son las ganancias empresarias, las que definen la brecha en la división funcional del ingreso y que responden a una creciente concentración y centralización del capital.
En definitiva, no solo se trata de los ingresos, sino de los derechos de los trabajadores y su lugar en la producción material de bienes y servicios, lo que define su capacidad de consumo y posibilidad de emancipación social.
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